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 �Si alguien toca ese coche le romper� el brazo!  chilló.
El hombre de la c�mara se volvió y la apuntó hacia la cara. El flash destelló una y otra vez, u�as de luz
que le desgarraban los ojos, gritos como p�as que le perforaban los o�dos, una especie de crucifixión.
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7. Voces
7. Voces
R.J. llamó inmediatamente a Nat Rourke para comunicarle lo sucedido en la cl�nica.
 He pensado que deb�a usted saberlo, para que no le sorprenda si intentan utilizar mis actividades
contra Tom.
 Much�simas gracias, doctora Cole  respondió el abogado. Sus modales eran muy corteses. R.J.
no hubiera sabido decir qu� pensaba en realidad.
Aquella noche, Tom volvió muy temprano a la casa de la calle Brattle. R.J. estaba sentada ante la mesa
de la cocina revisando papeles, y �l entró y cogió una cerveza del frigor�fico.
 �Quieres una?
 No, gracias.
Se sentó frente a ella.
 Me ha llamado Rourke para contarme lo que ha ocurrido en Jamaica Plain.
 Ah.
 S�. �l..., bueno, me ha preguntado por nuestro matrimonio. Y le he contestado con franqueza y
sinceridad.
Ella lo miró sonriente.
 Siempre es lo mejor.
 S�. Rourke me ha dicho que, si vamos a divorciarnos, convendr�a iniciar los tr�mites inmediatamente
para que cualquier posible controversia sobre tu trabajo en Planificación Familiar no perjudique mi defensa.
 Me parece lógico  R.J.
asintió . Nuestro matrimonio terminó hace mucho tiempo, Tom.
 S�. S�, es cierto, R.J.
 Le dirigió una sonrisa . Y �qu� me dices ahora de esa cerveza?
 No, gracias  respondió ella, y se enfrascó de nuevo en sus papeles.
Tom cogió unas cuantas cosas y se fue inmediatamente, con tanta facilidad que R.J. tuvo la seguridad
de que iba a instalarse con otra persona.
Al principio no advirtió ning�n cambio en la casa de la calle Brattle, porque se hallaba acostumbrada a
estar sola en ella. Cada noche regresaba a la misma casa vac�a, pero ahora reinaba en ella una sensación de paz,
una ausencia de los rastros de �l que sol�an molestarla e irritarla. Una grata expansión de su espacio personal.
Pero ocho noches despu�s de su partida empezó a recibir llamadas telefónicas.
Eran voces distintas, y telefoneaban durante toda la noche a distintas horas, probablemente por turnos.
 Matas ni�os, zorra  le susurró una voz de hombre.
 Destrozas a nuestros hijos.
Los recoges con una aspiradora como si fueran basura.
Una mujer le explicó a R.j. en tono compasivo que estaba en manos del demonio.
 Arder� usted en el fuego del infierno durante toda la eternidad  le advirtió su interlocutora. Hablaba
en un susurro ronco y cursi a la vez.
Rob J. se hizo cambiar el n�mero de tel�fono por otro que no aparec�a en el list�n. Un par de d�as
despu�s, al llegar del trabajo, vio que alguien hab�a clavado a martillazos en la puerta que tanto hab�a costado
restaurar de su mansión de estilo georgiano un cartel que dec�a:
Se busca Necesitamos su ayuda para detener a la Dra. Roberta j. Cole En la fotograf�a aparec�a,
mirando hacia la c�mara con expresión col�rica, la boca abierta de un modo nada favorecedor. Debajo, el texto
rezaba:
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La doctora Roberta J. Cole, residente en Cambridge, dedica la mayor parte de la semana a fingirse una
m�dica y profesora respetable en el Hospital Lemuel Grace y en la Escuela de M�dicos y Cirujanos de
Massachusetts. Pero es una abortista. Cada jueves mata de diez a trece beb�s.
Por favor, colabore con nosotros de la siguiente manera:
1. Rece y ayune: Dios no quiere que perezca nadie. Rece por la salvación de la doctora Cole.
2. Escr�bale, ll�mela por tel�fono, comparta con ella el Evangelio y ofr�zcase a ayudarla a abandonar
esta profesión.
3. �P�dale que  deje de practicar abortos ! �No particip�is en las obras infructuosas de las tinieblas,
antes bien, denunciadlas�. Ep�stola a los efesios, 5:11.
El precio m�nimo de un aborto es de 250 dólares. La mayor�a de los m�dicos en la situación de la
doctora Cole gana el cincuenta por ciento del coste de cada aborto. Eso significa que los ingresos que obtuvo la
doctora Cole el pasado a�o por matar a casi 700 ni�os ascendieron aproximadamente a 87.500 dólares.
El cartel enumeraba diversos medios para ponerse en contacto con la doctora Cole, indicaba su horario
habitual y las direcciones y los n�meros de tel�fono del hospital, la facultad de medicina, la unidad para el
s�ndrome premenstrual y el Centro de Planificación Familiar. Al pie del cartel hab�a una l�nea que rezaba:
Recompensa:
!�Se salvar�n vidas si es detenida!!
Durante la semana siguiente hubo un silencio ominoso. Una ma�ana,  The Boston Globe publicó un
art�culo en el que algunos activistas pol�ticos locales comentaban que el fiscal de distrito, Edward W. Wilhoit,
estaba sondeando el ambiente para presentarse al cargo de vicegobernador. El domingo, en todas las iglesias de
la archidiócesis de Boston se leyó una carta del cardenal que condenaba el aborto como pecado mortal. Dos d�as
despu�s los periódicos de �mbito nacional publicaron que el doctor Jack Kevorkian hab�a participado en otro
suicidio asistido en Michigan. Aquella noche, cuando R.J. conectó el televisor para ver las noticias de las once,
alcanzó a o�r unas palabras de Wilhoit ante una asamblea de ciudadanos, comprometi�ndose a �aplicar justicia
sin demora a los anticristos que hay entre nosotros, que por medio del feticidio, el suicidio y el homicidio
pretenden usurpar los poderes de la Sant�sima Trinidad�.
 Espero que podamos comportarnos como personas civilizadas, sin rencor ni peleas, y dividirlo todo
por igual, las propiedades y las deudas. Todo mitad y mitad  dijo Tom.
Ella se mostró de acuerdo. Estaba segura de que Tom chillar�a y patalear�a si hubiera alg�n dinero por
el que chillar y patalear, pero la mayor parte de lo que ganaban se hab�a destinado a pagar la casa y sus deudas
de la facultad de medicina. [ Pobierz całość w formacie PDF ]

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