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tales que el más difamado es el más recomendable (RP).
668
¿Qué habrían pensado de mí si hubiera tomado por ministros y consejeres
a varios amigos declarados de los Borbones, condecorados con sus cruces de
San Luis y colmados de mercedes por aquel a quien yo sustituía y que aspira-
ba a su lantarme? (RI).
669
Puede hallar todo esto en un individuo desacreditado mucho mejor que en
aquel cuya reputación huele como bálsamo (RC).
670
Aquí está la dificultad, y en ello hallarás su ruina (E).
671
No sabe evitarlo el que no conoce a los hombres y deja dirigir por otro en
sus elecciones (E).
672
Ved sus elecciones y juzgad (E).
673
A esto me apego más (RC).
674
No falto a ello, pero siempre con visos de una gran superioridad intelec-
tual (RC)
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entiende lo que los otros disciernen.675 El primero es excelente, el
segundo bueno y el tercero inútil.676 Era, pues, absolutamente indis-
pensable que, si Pandolfo no se hallaba en el primer caso, se hallase
en el segundo. Porque con tal que un príncipe tenga el suficiente dis-
cernimiento para darse cuenta de lo bueno o malo que hace y dice,
reconocerá, aunque de por sí no las descubra, cuáles son las obras
buenas y cuáles las malas de un ministro, y podrá corregir éstas y
elogiar las otras; y el ministro, que no podrá confiar en engañarlo, se
conservará honesto y fiel.
Para conocer a un ministro hay un modo que no falla nunca.
Cuando se ve que un ministro piensa más en él que en uno y que en
todo no busca sino su provecho, estamos en presencia de un ministro
que nunca será bueno y en quien el príncipe nunca podrá confiar.677
Porque el que tiene en sus manos el Estado de otro jamás debe pensar
en sí mismo, sino en el príncipe,678 y no recordarle sino las cosas que
pertenezcan a él.679 Por su parte, el príncipe, para mantenerlo cons-
tante en su fidelidad, debe pensar en el ministro. Debe honrarlo, enri-
quecerlo y colmarlo de cargos, de manera que comprenda que no
puede estar sin él, y que los muchos honores no le hagan desear más
honores, las muchas riquezas no le hagan ansiar más riquezas680 y los
muchos cargos le hagan temer los cambios políticos.681 Cuando los
ministros, y los príncipes con respecto a los ministros, proceden así,
675
Son unos estúpidos y animales. Maquiavelo olvidó los espíritus sistemáti-
cos y encaprichados con sus sistemas (RC).
676
Los cuartos se pierden creyendo con soberbia que hacen lo mejor (E).
677
Hacer todo cuanto sea posible para que no pueda pensar en sus intereses
sino ocupándose de los tuyos (RC).
678
No es posible: es muy severo. Pero, si piensa más en sí que en mí, lo
notaré al punto, y vía, vía (RC).
679
¡Cómo saben encubrir sus intereses bajo los de mí reinado! (RI).
680
Cuando no son como los míos, gentes que tienen tragada toda vergüenza,
queda más honradez en mi reino de Italia (RI).
681
¡Trapaceros! Han aprendido ahora a hacerse importanles en todos los
gobiernos, aun en los más disparatados y opuestos (E).
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pueden confiar unos en otros;682 pero cuando procedan de otro modo,
las consecuencias son perjudiciales tanto para unos como para
otros.683
682
Buenos para otros tiempos o para otros lugares distintos de Francia (RI).
683
¿Quién hubiera creído que sería yo? Repararé esto (E).
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CAPITULO XXIII
COMO HUIR DE LOS ADULADORES
No quiero pasar por alto un asunto importante, y es la falta en
que con facilidad caen los príncipes si no son muy prudentes o no
saben elegir bien. Me refiero a los aduladores, que abundan en todas
las cortes.684 Porque los hombres se complacen tanto en sus propias
obras, y de tal modo se engañan, que no atinan a defenderse de aque-
lla calamidad; y cuando quieren defenderse, se exponen al peligro de
hacerse despreciables.685 Pues no hay otra manera de evitar la adula-
ción que el hacer comprender a los hombres que no ofenden al decir la
verdad;686 y resulta que, cuando todos pueden decir la verdad,687 faltan
al respeto. Por lo tanto, un príncipe prudente debe preferir un tercer
modo: rodearse de los hombres de buen juicio de su Estado, únicos a
los que dará libertad para decirle la verdad, aunque en las cosas sobre
las cuales sean interrogados y sólo en ellas.688 Pero debe interrogarlos
sobre todos los tópicos,689 escuchar sus opiniones con paciencia y
después resolver por sí y a su albedrío.690 Y con estos consejeros com-
portarse de tal manera que nadie ignore que será tanto más estimado
cuanto más libremente hable. Fuera de ellos, no escuchar a ningún
otro poner en seguida en práctica lo resuelto y ser obstinado en su
684
Son necesarios. Un príncipe necesita de su incienso; pero no debe dejarse
desvanecer. y esto es lo difícil (RI).
685
Si no me alabaran con ponderación, el pueblo me tendría por inferior a un
hombre vuklgar (RI).
686
Consiento en ello, pero ¿querrán decírmela? (RC).
687
Es ya demasiado el permitirlo a dos o tres (RC).
688
Prohibición a estos mismos, de abrir la boca si no son interrogados (RC).
689
Es mucho (RC).
690
No descuide esto, y me va bien (RI).
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cumplimiento.691 Quien no procede así se pierde por culpa de los
aduladores o, si cambia a menudo de parecer, es tenido en menos.692
Quiero a este propósito citar un ejemplo moderno. Fray Lucas
[Rinaldi], embajador ante el actual emperador Maximiliano, decía,
hablando de Su Majestad, que no pedía consejos a nadie y que, sin
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