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agarró a ella y empezó a trepar.
 ¡He dicho que me lo devolváis!  chilló  . ¡Nadie roba a Jelerak! ¡Ni tan siquiera una
diosa!
Deteniéndose a medio camino de la viga, sacó la vara roja y la apuntó hacia lo alto.
 ¡He dicho que pares! ¡Devuélvemelo!
La mano siguió retirándose lentamente por el orificio. Jelerak hizo un gesto y un fuego
blanco salió despedido por la punta de la vara, bañando el dorso de la mano que se
movía por el cielo.
 ¡Es Jelerak!  dijo Dilvish, sintiendo que su cuerpo se galvanizaba y entrando en
acción con un salto hacia adelante.
La mano se había detenido y Jelerak estaba trepando nuevamente por la viga,
acercándose al techo destrozado.
Dilvish llegó al borde del pozo y corrió a su alrededor.
 ¡Vuelve, bastardo!  gritó . ¡Tengo algo para ti! Ahora otra gran mano había
aparecido por encima de la silueta que ascendía a los cielos, bajando rápidamente.
 ¡Exijo que me escuchéis!  gritó Jelerak, y entonces vio los dedos que se abrían,
bajando hacia él.
Alzó la vara y la mano quedó bañada en luz blanca. La vara no tuvo ningún otro efecto
perceptible y no tardó en caer de entre sus dedos al ser agarrado Jelerak por la mano y
verse alzado hacia el cielo crepuscular, todavía chillando y debatiéndose.
 ¡Es mío!  gritó Dilvish cuando hubo llegado al final de la viga . ¡Le he seguido
demasiado tiempo para perderle ahora en este lugar! ¡Devolvédmelo!
Pero las manos ya se habían perdido de vista y la figura se había dado la vuelta.
Dilvish se había tensado ya como si se dispusiera él también a trepar por la viga
cuando sintió una mano sobre su brazo.
 No puedes llegar hasta él siguiendo su mismo camino  dijo Semirama . ¿Qué
deseas, la justicia o la venganza?
 ¡Ambas cosas!  gritó Dilvish.
 Entonces, al menos la mitad de tu deseo ha sido concedido. Se encuentra en las
manos de los Antiguos Dioses.
 ¡No es justo!  dijo Dilvish, con los dientes fuertemente apretados.
 ¿Justo?  Semirama se rió . Y tú me hablas de lo que es justo... ¿a mí, que acabo
de hallar la forma de mi antiguo amor justo cuando la muerte de Jelerak o la destrucción
de su voluntad están a punto de ponerle fin a mi existencia?
Dilvish se dio la vuelta y la miró, viendo lo que había más allá de Semirama. Desde lo
alto les llegó una poderosa carcajada que se iba perdiendo en la distancia.
Black y Arlata acababan de entrar en la habitación. Dilvish cogió la mano de Semirama
y se dejó resbalar lentamente hasta quedar de rodillas. Oyó un repiqueteo de cascos.
 Dilvish, ¿qué ocurría?  dijo la voz de Black . Se nos prohibió entrar en esta
habitación hasta hace apenas un instante.
Dilvish le miró, soltó la mano de Semirama y señaló hacia el techo.
 Se ha ido. Weleand era Jelerak..., pero los Antiguos Dioses se lo han llevado.
Black lanzó un bufido.
 Sabía quien era. Antes casi logré acabar con él cuando tenía forma humana.
 ¿Tenías qué?
 El hechizo en el cual he estado trabajando desde que estuvimos en el Jardín de
Sangre...; lo utilicé para liberarme de mi prisión bajo forma de estatua. Después de que
Jelerak me hubiera congelado convirtiéndome en piedra para liberar a Arlata seguí
consciente.  Señaló con la cabeza hacia la muchacha, que ahora estaba acercándose a
ellos y luego siguió hablando .En cuanto hizo eso le reconocí como Jelerak. Cuando
estuve libre seguí por este camino. La encontré a ella y a su caballo y les liberé a los dos.
Tuve que poner un hechizo sobre ella para colocarla en un lugar seguro. La dejé en una
cueva de la pendiente con ciertas protecciones dispuestas sobre el lugar. Después...
 Dilvish, ¿quién es esta niña a medio crecer?  preguntó Semirama.
Dilvish se puso en pie mientras que Arlata se apresuraba a intentar reparar los
desgarrones de su túnica.
 Reina Semirama de Jandar  dijo Dilvish , ésta es la dama Arlata de Marinta, a la
cual encontré en mi viaje a este lugar. Posee un sorprendente parecido con alguien a
quien conocí bien. Ya hace mucho tiempo de eso...
 Es difícil que tal ironía se me escape  dijo Semirama, sonriendo y extendiendo su
mano con la palma hacia abajo . Niña mía, yo...
Su sonrisa se desvaneció y Semirama retiró bruscamente su mano, tapándola con la
otra.
 No...  Se dio la vuelta . ¡No!
Alzó las manos para cubrirse el rostro y empezó a correr hacia el pasillo del este.
 ¿Qué he hecho?  preguntó Arlata . No entiendo...
 Nada  le dijo Dilvish  . Nada. ¡Espera aquí!
Echó a correr hacia el pasillo por el cual había empujado antes la carretilla que
contenía a la joven. Cuando hubo llegado a él descubrió que se había convertido en una
alcoba vacía con las paredes de estuco y una escalera de madera a la derecha que
llevaba hacia abajo. Dilvish bajó rápidamente por ella.
Los demás vieron una sombra moviéndose en lo alto y un gran brazo negro bajando.
Derkon se lanzó hacia la galería del norte para mirar por la ventana más próxima.
Hodgson le siguió, igual que hizo Arlata unos instantes después. Black bajó la cabeza,
estudiando los fragmentos del techo caído.
Mirando por la ventana vieron la inmensa mano negra moviéndose muy, muy despacio
hacia una de las paredes más alejadas de ellos. Casi pareció detenerse antes de entrar
en contacto con el muro, pero, con todo, sintieron que una vibración les rodeaba y todo el
castillo tintineó, emitiendo una sola nota, igual que si fuera una colosal campana de vidrio.
Los cielos empezaron a bailar y el suelo se estremeció ligeramente, como cambiando
de posición. Al mirar hacia arriba vieron el rostro sonriente de la silueta oscura,
desvaneciéndose, desvaneciéndose y, finalmente, desapareciendo.
El sol se lanzó hacia el oeste.
 ¡Dioses!  exclamó Derkon . ¡Está empezando de nuevo! [ Pobierz caÅ‚ość w formacie PDF ]

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